Cultura

Grandes libros, pequeños lectores

Análisis del género infantil a propósito de la Feria del Libro.

A diferencia de los restaurantes, donde ocupan un lugar satélite en la carta principal de los adultos, el menú infantil y juvenil de la Feria del Libro fue extenso como variado, por lo menos así lo demostraron una docena de stands que ofrecieron diversidad de géneros, colores, sabores, temáticas y oportunidad de precios, con un propósito: que los chicos lean.

Claro que algunos prefieren que ejerciten la lectura con propuestas por fuera del establishment, y en cambio otros apuestan por lo masivo y efectivo. Pero más allá de cualquier valoración, lo cierto es que todos buscaron alimentar la lectura de niños a adolescentes. Además, en el último tiempo los sellos incorporaron catálogos para bebés.

Un informe de la Cámara Argentina del Libro sobre las estadísticas de 2015 ya anunciaba el crecimiento de la literatura infantil y juvenil y un paseo por la feria confirmó esa tendencia que cala incluso en editoriales dedicadas a literatura de adultos, como La Bestia Equilátera o Corregidor, que lanzó dos títulos infantiles sobre realidades sociales (“El león ya no quiere rugir” y “Amanecer esmeralda”).

Hubo de todos los precios: en Colihue a partir de los 30 pesos pudieron encontrarse libros de animales; un ‘ofertón’ del stand fueron tres tomos de cuentos clásicos a menos de 400 pesos. En el espacio de Santillana, su pata infantil Loqueleo ensayó una campaña novedosa para jóvenes. La llamaron “Cita a ciegas con un libro” y consistió en ejemplares envueltos en papel madera para que la gente no sepa ni título ni autor; por fuera se ven cuatro palabras vinculadas a la trama. La idea fue que la compra del volumen esté mediada por lo que inspiran esos conceptos.

En el marco del Bicentenario, Loqueleo sacó libros de Ana María Shua, Silvia Schujer, María Inés Falconi y Adela Basch. Y también como novedad se publicaron los cuatro primeros títulos de la colección Pequeñas Historias de Graciela Montes, que no se conseguían desde hace más de 20 años.

Un espacio que atrapó por sus colores fue el stand colectivo de Libros para atesorar: un catálogo de títulos ilustrados bellísimos para niños. El espacio reunió a Kalandraka, Pequeño editor, Iamiqué, Arte a Babor y Ediciones del Eclipse y este año sumó a sus estantes a la pequeña editorial Limonero. De ahí, un imperdible, y agotado en algunas librerías, es “Abecedario” para acompañar el ingreso a la lectura no con sustantivos sino con verbos. Otro abecedario ilustrado precioso fue el de la reconocida dibujante Isol en el stand del Fondo de Cultura Económica. Otro ilustrador fue Benjamín Lacombe, referente del catálogo de Edelvives y dotado de un singular estilo fantástico con brujas y hadas.

Albatros propuso su serie “Arte para chicos” con las biografías coloridas de artistas como Antonio Berni, Xul Solar, Raúl Soldi y Marta Minujín. Los fanáticos de los animales no pueden perderse “Bestiario” de Adrianne Barman en Zorro Rojo, ni tampoco la colección ilustrada autóctonos con “Cachorros del fin del mundo” o “Mamíferos prehistóricos de Argentina”. En cuanto a autores emblemáticos, un precioso rescate fue el del escritor e ilustrador estadounidense Maurice Sendak.

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